'Pokémon: Los secretos de la selva': un mensaje ecológico y de amor a la familia

Imagen promocional. Fuente: Netflix.
Desde hace varios años, Pokémon ha ido explorando de otra forma su mundo cinematográfico alejándose de la serie de animación. Primero con un auténtico reboot del comienzo del anime, posteriormente con una apuesta argumental ligeramente basada en un anterior film, hasta ofrecer un remake CGI de su primer largometraje. Pero con Los secretos de la selva nos traen una aventura nueva en la que se arriesgan, hasta cierto punto, a dejar de lado al protagonista habitual, Ash Ketchum.

Los secretos de la selva: un grupo de Pokémon singulares Zarude viven en lo profundo del Bosque de Okoya con una regla estricta que prohíbe a los forasteros entrar en su territorio. En otro lugar de la selva vive Koko, un niño humano que ha sido criado por un solitario Zarude que abandonó el grupo. Koko ha crecido absolutamente convencido de que es un Zarude. Un día, tras un encuentro casual con Ash y Pikachu, Koko comienza a relacionarse con su primer amigo humano. ¿Es Koko realmente un Pokémon o un humano? Cuando el peligro acecha en la selva, los lazos entre Pokémon y humanos —así como el amor entre padre e hijo— se pondrán a prueba.

Hemos tenido la oportunidad de ver la película en la plataforma Netflix, donde se han estrenado las últimas cintas de la franquicia. Y ha sido una sensación totalmente distinta a la que nos tienen acostumbrados. Volvemos a disfrutar de una obra realmente nueva, con un argumento de gran carga emocional y mensaje ecológico

Koko, el verdadero protagonista. Fuente: Netflix.
En esta aventura se ha optado por dar todo el peso a un personaje, Koko, que, en otras ocasiones, hubiera sido un secundario típico. Algo que agrada y nos hace respirar ante la sobreexplotación que reciben Ash y Pikachu. Estos han terminado siendo un enlace entre el espectador y el largometraje, sin demasiada influencia en la historia y que ha conseguido hacer ver que hay vida más allá de los archiconocidos personajes.

Resulta difícil no emocionarse con la relación paternofilial de Koko y Zarude, así como de las circunstancias que ambos desarrollan. Al igual que tampoco lo es las similitudes que presenta la obra con Tarzán o El Libro de la Selva, donde obviamente Tetsuo Yajima ha tomado inspiración para crear una película emotiva, que nos hace cautivarnos de todo un mundo de color verde, plagado de fondos espectaculares y una animación exquisita.

Pese a los continuos retrasos que ha tenido que sufrir el film, la espera ha merecido enormemente la pena. Cuya duración puede resultarnos algo excesiva y que compensa con su ambientación visual. Y una banda sonora que en la versión española ha sido traducida y adaptada con gran acierto.

Padre e hijo. Fuente: Netflix.
Además de un doblaje de nivel, con traducción de Rosa Pérez, con las voces de la serie y en las que destacan un soberbio Roberto Encinas interpretando, una vez más, al villano, el doctor Zed, un magistral Chema Moscoso como a Zarude-Dada y a una fantástica Pilar Martín en el papel de Koko. Imposible olvidarse del gran trío del Team Rocket al que dan vida la directora de doblaje, Amparo Valencia, Iván Jara y José Escobosa, siendo claves para poder comprender el éxito de Pokémon en castellano.

En resumen, una película que intenta recuperar el espíritu original de la franquicia, sin querer hacer reinterpretaciones, abordando un tema de calado social como es el cuidado de la naturaleza y los lazos afectivos para responder a la pregunta: ¿Qué es una familia? Y que seguramente, al finalizar de verla nos hace encontrar una perfecta respuesta.

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