'El Viaje de Chihiro': una explosión de color y magia

Escena de la película. Fuente: Vértigo Films

Mi primer encuentro con Ghibli, y Hayao Miyazaki, fue con El Castillo Ambulante durante mi adolescencia, tal y como les conté a los compañeros de Ninguna Parte en su vídeo dedicado a la obra del estudio de animación japonés. Pero, recientemente, he tenido la oportunidad de ver el film que consiguió conquistar el mundo del cine, incluso obteniendo el increíble premio Óscar a mejor película de animación, os hablo de El Viaje de Chihiro.

El Viaje de Chihiro nos narra la historia de Chihiro, una niña que sin querer ha entrado en un mundo habitado por dioses antiguos y seres mágicos, dominado por la diabólica Yubaba, una arpía hechicera. Afortunadamente Chihiro se encuentra con el enigmático Haku que le ayudará a sobrevivir en esta extraña y maravillosa tierra.

Todas las películas del Estudio Ghibli son dignas de un análisis profundo, y por supuesto la que más juego a dado a ello es esta cinta. Una aventura plagada de referencias a la mitología, la filosofía y la propia sociedad que transciende la cultura nipona y que consiguió enamorar al resto del planeta con su mensaje y arte.

Precisamente, esto último, es lo que más me asombraba. El hecho de no saber dónde mirar, porque cada escena era una explosión de color, de movimiento, donde cada detalle deseaba ser admirado como si de una obra de arte se tratara. Y ocurre porque lo es. Miyazaki logra lo imposible, haciendo de sus diseños y fondos una realidad a partir de emociones y vivencias que conectan a la protagonista con ese mundo mágico, transcendental, que va más allá de lo que el público pudiera imaginarse.

Chihiro y Haku. Fuente: Vértigo Films.

Chihiro se convierte en una Alicia atrapada en el País de las Maravillas, que no quiere verse encerrada, que desea romper con las cadenas que la atan a ese palacio de locuras, que nos presenta la casa de baños, y recuperar a sus padres, ahora convertidos en cerdos debidos al ansia de satisfacer su hambre.

El único pero que puedo ponerle a la película no recae en la propia obra, sino en mí mismo al no haberla disfrutado hace años atrás. Porque es sin duda un largometraje que deja huella al espectador. Y aunque haya sido un poco tarde me ha dejado un valioso sentimiento de aprecio por este asombroso y mágico film que volveré a ver numerosas veces más a lo largo de mi vida.

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