Imagen promocional de Dragon Ball Evolution. Fuente:Blasting News. |
Cuenta la aventura de un joven estudiante, Goku, que sufre el desprecio de sus compañeros de clase. Lo que nadie sabe es que su abuelo lo ha entrenado en artes marciales siendo un gran luchador. Con la muerte de su familiar, el alcance de la mayoría de edad, y el regreso del malvado Piccolo, deberá poner en práctica todo lo aprendido hasta ahora.
Más allá del propio título, Dragon Ball no se encuentra por ningún lado. Y aquí sí había permiso del autor, que se lo tomó con bastante humor. Tal vez por el jugoso talón que se llevaría a casa, o al darse cuenta del auténtico horror que habían hecho con su manga los americanos. Sea cual fuere el motivo, Toriyama simplemente miró hacia otro lado con este largometraje.
El film peca de constante oscuridad en sus escenas, probablemente para tapar los cutres cromas que emplea, así como de unos efectos especiales que no terminan de asombrar al espectador. Podríamos hablar de los dotes actorales del elenco, pero ya sería abuso para lo pobre que es el largometraje - literalmente, una hora y media que parece hacerse eterna -.
Todo empieza a tener sentido cuando, en una entrevista, conocemos que el propio director, James Wong, nos desvela que jamás había leído o visto Dragon Ball. Es decir, que desde que se tomó la decisión de prepararla estaba abocada al fracaso. Además de una falta de respeto a los seguidores del manganime por parte de su director. Los datos hablan por sí solo: el coste fue de 30 millones de dólares y su recaudación no llegó a los 24 millones.
Por cosas como estas, obras de poco presupuesto y minoritarias como La Magia Comienza, plagadas de cutres montajes y absurdas coreografías, son al menos divertidas - entendiendo su contexto - comparadas con Evolution. Porque más que "evolucionar", esta película lo que hace es "involucionar".
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